Tres
hermanas navegaban entre nubes, a bordo de su embarcación de luna. Una amarraba
las velas, otra comandaba desde el timón y la tercera echaba las redes para
atrapar alguna escurridiza estrella fugaz.
Todas
las noches realizaban el mismo ritual. Ni bien caía el sol, se engalanaban con
sus blancos vestidos refulgentes, peinaban sus largos y oscuros cabellos y
salían a navegar. Pasaban horas contemplando desde el infinito las abigarradas
luces de las ciudades; los lejanos poblados; los buques que como cascaras de
nuez se bamboleaban en el mar, los destellos de los faros. Gozaban tanto de
aquel apacible espectáculo nocturno, con sus aromas y sus silencios, que
dedicaban largos ratos a comentar lo que veían o lo que imaginaban que sucedía
allí debajo.
En
aquella ocasión, mientras se encontraban navegando a la altura del Golfo de
México, una fuerte tormenta se desató sobre sus cabezas. Orión, el guardián de
los cielos, que estaba enojado ante el rechazo amoroso por parte de la menor de las
tres hermanas, descargó su ira provocando una temible tempestad.
El
viento huracanado, que sacudía la embarcación como si fuese un barrilete,
obligó a las hermanas a dejar sus labores y abocarse únicamente a comandar el
timón. Con todas sus energías, intentaron enderezar la nave que amenazaba con
voltearse constantemente. Para evitar sucumbir, alivianaron el peso de la carga
deshaciéndose de algunos cometas y estrellas fugaces que habían recogido horas
antes cerca de Venezuela y cazaron las
velas para capear el temporal.
Sin
embargo, sus denodados esfuerzos parecían no dar resultado. El despechado
Orión, herido en su orgullo, no se detendría hasta lograr su objetivo: castigar
a la joven, haciéndole pagar con su vida y la de sus hermanas, el precio del
desamor.
Furioso,
al notar la heroica resistencia de las mujeres, Orión disparó un rayo que
alcanzó la embarcación fulminando en segundos a las hermanas.
Cuenta
la leyenda que desde entonces, Orión se apoderó del alma de las tres jóvenes y, como demostración de su triunfo, las exhibe cada noche, como cuentas
resplandecientes en su cinturón.
Me llama la atención que, con un tema que podría rozar nuestra intimidad, ambos decidimos escribir un relato fantástico.
ReplyDeleteCreo que el estilo tuyo encaja muy bien con este tipo de relatos, que lo hacen parecer a una versión pulida de un relato oral.
Si quisieras poner más carne en el relato, creo que podrías aguzar un poco en los sentimientos de un Orión despechado, resentido y herido.
También te recomiendo escuchar la Loco de la Colina.