Friday, February 21, 2014

El perfume de la canela



Sofía adoraba que su abuela Rosaura le contase aquellas historias de sus antepasados. Cada mañana, mientras desayunaban el rutinario café con leche con el pan amasado al amanecer, la niña buscaba cualquier pretexto para que la octogenaria le narrase las peripecias de Doña Elvira, su bisabuela.
En esos momentos, Rosaura encendía el fogón y ponía a hervir agua de canela para que su dulce y penetrante aroma inundase la antigua cocina familiar. Sólo entonces, cuando se respiraba una atmósfera fantástica, comenzaba solemnemente, como saboreando cada palabra, su relato.
Según la anciana, Doña Elvira era una campesina, hija de inmigrantes españoles, que se habían asentado en Córdoba, por la zona de La Carlota.
Para ganarse la vida, curaba el empacho con cinta y oración, la culebrilla con tinta china y el mal de ojo con algunas palabras mágicas. Para las jaquecas, recetaba infusiones a base de yuyos recogidos en el campo; para el hígado recomendaba té de cola de caballo y manzanilla para los nervios.
Gentes de todos los pueblos aledaños viajaban a La Carlota para atenderse con ella. Cada vez que alguien enfermaba, la primera opción inapelable era recurrir a Doña Elvira, la curandera.
Cierta vez, los saberes curativos de la campesina y su certera efectividad, llegaron a oídos de las autoridades sanitarias municipales, quienes decidieron recurrir al Juez del Pueblo y denunciarla por ejercicio ilegal de la medicina. Sabían que, ante la popularidad de la curandera, el enjuiciamiento provocaría malestar entre los parroquianos. Entonces, iniciaron una campaña pública de desprestigio, acusándola de brujería y  satanismo.
No hubo que esperar mucho para que las malas lenguas comiencen a inventar historias sobre rituales diabólicos, pócimas, hechizos y amarres. Muchos de aquellos que alguna vez habían confiado en sus conocimientos milenarios, la sometían ahora al escarnio público.
Los notables del pueblo, formaron un comité anti- bruja que, luego de varias reuniones y desacuerdos, decidió eliminarla de la faz de la tierra. Así, una cálida noche de febrero, una multitud enfebrecida se dirigió hasta la puerta de su rancho, clamando por su presencia.
Cuando salió al umbral, cuatro hombres la sujetaron y, seguida por la furiosa muchedumbre, la condujeron hasta el bordo, donde la prendieron fuego con una improvisada hoguera de pastos secos.
El tiempo pasó y el caso cayó en el olvido, sin saberse nunca a ciencia cierta si las acusaciones habían sido falsas o verdaderas.
Rosaura, que al momento de los hechos era una adolescente, siempre creyó que su madre era una bruja, aunque no en el sentido que marcaban las denuncias. Recordaba, pues, que desde su más tierna infancia, Doña Elvira le había enseñado un ritual para crear un ambiente mágico, consistente en hervir agua de canela y narrar parsimoniosamente alguna que otra historia fantástica.


3 comments:

  1. No puedo evitarlo, los nombre me chocan: Rosaura, Doña Elvira. Hay un estilo muy propio tuyo. Compacto, un sistema cerrado. A diferencia de mis jornadas de escritura a las cuatro de la mañana que producen textos enigmáticos y enajenados.
    El texto tiene espíritu, hay emociones untadas. Personalmente, hubiera puesto más nombres en el momento de la acusación, así hay más caras y no una entidad etérea e invisible como la sociedad o las autoridades. Pero eso es a gusto, la forma es que lo escribiste provoca otro tipo de impresión.
    Usás palabras muy formales (sujetar en vez de agarrar, por ejemplo), por eso decía que parece muy formal.
    Bon travail! Me gusta este texto, quiero más intercambio lunar...

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  2. Si, tenes razón. Yo también lo noté y no me gusta escribir en un estilo tan compacto y cuadrado como un edificio soviético. pero hasta el momento no me sale de otra forma, intentaré aflojarle un poco al formalismo. Creo que es porque en verdad no sé escribir y ser formal me da cierta "seguridad". Por otro lado, en cuanto a lo de ser más dura en las criticas hacia tus textos, hay dos motivos. Uno, la inexperiencia en escribir me lleva a que no tenga demasiados elementos consistentes como para realizar una crítica satisfactoria (al menos a mi gusto). Dos, la experiencia del niño jefe me marcó para toda la vida y solo un tratamiento psicológico podrá borrarla. En cuanto al texto "Alquimia" debo reconocer que hubo varias partes que no las entendí porque no encontré "el hilo" de la trama. pero bueno, quizá es porque tenemos estilos muy diferentes al escribir. Yo escribo medio como de manual y en un lenguaje bastante neutro y vos escribís con una impronta rioplatense fuerte en el lenguaje que utilizas y en un estilo menos estructurado. Propongo como próximo tema escribir sobre cuento/s.

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