Sofía adoraba que su abuela
Rosaura le contase aquellas historias de sus antepasados. Cada mañana, mientras
desayunaban el rutinario café con leche con el pan amasado al amanecer, la niña
buscaba cualquier pretexto para que la octogenaria le narrase las peripecias de
Doña Elvira, su bisabuela.
En esos momentos, Rosaura
encendía el fogón y ponía a hervir agua de canela para que su dulce y
penetrante aroma inundase la antigua cocina familiar. Sólo entonces, cuando se
respiraba una atmósfera fantástica, comenzaba solemnemente, como saboreando
cada palabra, su relato.
Según la anciana, Doña
Elvira era una campesina, hija de inmigrantes españoles, que se habían asentado
en Córdoba, por la zona de La Carlota.
Para ganarse la vida, curaba
el empacho con cinta y oración, la culebrilla con tinta china y el mal de ojo
con algunas palabras mágicas. Para las jaquecas, recetaba infusiones a base de
yuyos recogidos en el campo; para el hígado recomendaba té de cola de caballo y
manzanilla para los nervios.
Gentes de todos los pueblos
aledaños viajaban a La Carlota para atenderse con ella. Cada vez que alguien
enfermaba, la primera opción inapelable era recurrir a Doña Elvira, la
curandera.
Cierta vez, los saberes
curativos de la campesina y su certera efectividad, llegaron a oídos de las
autoridades sanitarias municipales, quienes decidieron recurrir al Juez del
Pueblo y denunciarla por ejercicio ilegal de la medicina. Sabían que, ante la
popularidad de la curandera, el enjuiciamiento provocaría malestar entre los
parroquianos. Entonces, iniciaron una campaña pública de desprestigio,
acusándola de brujería y satanismo.
No hubo que esperar mucho
para que las malas lenguas comiencen a inventar historias sobre rituales
diabólicos, pócimas, hechizos y amarres. Muchos de aquellos que alguna vez
habían confiado en sus conocimientos milenarios, la sometían ahora al escarnio
público.
Los notables del pueblo,
formaron un comité anti- bruja que, luego de varias reuniones y desacuerdos,
decidió eliminarla de la faz de la tierra. Así, una cálida noche de febrero,
una multitud enfebrecida se dirigió hasta la puerta de su rancho, clamando por
su presencia.
Cuando salió al umbral,
cuatro hombres la sujetaron y, seguida por la furiosa muchedumbre, la
condujeron hasta el bordo, donde la prendieron fuego con una improvisada
hoguera de pastos secos.
El tiempo pasó y el caso
cayó en el olvido, sin saberse nunca a ciencia cierta si las acusaciones habían
sido falsas o verdaderas.
Rosaura, que al momento de
los hechos era una adolescente, siempre creyó que su madre era una bruja,
aunque no en el sentido que marcaban las denuncias. Recordaba, pues, que desde
su más tierna infancia, Doña Elvira le había enseñado un ritual para crear un ambiente
mágico, consistente en hervir agua de canela y narrar parsimoniosamente alguna
que otra historia fantástica.
"Formalismo popular"
ReplyDeleteNo puedo evitarlo, los nombre me chocan: Rosaura, Doña Elvira. Hay un estilo muy propio tuyo. Compacto, un sistema cerrado. A diferencia de mis jornadas de escritura a las cuatro de la mañana que producen textos enigmáticos y enajenados.
ReplyDeleteEl texto tiene espíritu, hay emociones untadas. Personalmente, hubiera puesto más nombres en el momento de la acusación, así hay más caras y no una entidad etérea e invisible como la sociedad o las autoridades. Pero eso es a gusto, la forma es que lo escribiste provoca otro tipo de impresión.
Usás palabras muy formales (sujetar en vez de agarrar, por ejemplo), por eso decía que parece muy formal.
Bon travail! Me gusta este texto, quiero más intercambio lunar...
Si, tenes razón. Yo también lo noté y no me gusta escribir en un estilo tan compacto y cuadrado como un edificio soviético. pero hasta el momento no me sale de otra forma, intentaré aflojarle un poco al formalismo. Creo que es porque en verdad no sé escribir y ser formal me da cierta "seguridad". Por otro lado, en cuanto a lo de ser más dura en las criticas hacia tus textos, hay dos motivos. Uno, la inexperiencia en escribir me lleva a que no tenga demasiados elementos consistentes como para realizar una crítica satisfactoria (al menos a mi gusto). Dos, la experiencia del niño jefe me marcó para toda la vida y solo un tratamiento psicológico podrá borrarla. En cuanto al texto "Alquimia" debo reconocer que hubo varias partes que no las entendí porque no encontré "el hilo" de la trama. pero bueno, quizá es porque tenemos estilos muy diferentes al escribir. Yo escribo medio como de manual y en un lenguaje bastante neutro y vos escribís con una impronta rioplatense fuerte en el lenguaje que utilizas y en un estilo menos estructurado. Propongo como próximo tema escribir sobre cuento/s.
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